El mapa no es el territorio: Massimo Vignelli y el arte de no perderse. Por: Gonzalo Carrasco Purull + Pedro Livni.
El padre de la semántica general – Alfred Korzybski – es el autor del célebre aforismo “el mapa no es el territorio”. Contenida originalmente en su obra de 1933 – Science and Sanity – la frase buscaba subrayar la paradoja que entraña la particular forma como nos relacionamos con nuestro entorno. Una relación en la que abstracción se superpone a lo concreto. En donde lo que llamamos “realidad” muchas veces se ve sustituida por una serie de conceptos, prejuicios y construcciones culturales que se interponen entre nosotros y “lo que está allá afuera”. Para Korzybski esta condición dividida – casi esquizofrénica – de no ver lo que tenemos delante de nosotros, constituye una de las principales características del mundo moderno. Un mundo construido a partir de “hechos” más que a fenómenos, en datos más que lo que aprendimos tocando, escuchando o viendo. En donde un artefacto altamente abstracto como es el mapa termina por alterar nuestra propia percepción de un territorio.
Esta realidad abstracta de la realidad quizás alcance su mayor expresión en los mapas de trenes subterráneos. Un ambiente en donde la pérdida de los patrones que empleamos generalmente para guiarnos, se ven prácticamente anuladas. Si bien por una parte se puede afirmar que la vida en la metrópolis nos ha asegurado el pasar una parte importante de nuestras existencias desplazándonos por tren subterráneo – tanto que podría existir algo parecido a un “subway-scape” – la verdad es que por lo general cuando descendemos a las profundidades de una estación de metro sea la confusión y la sensación de estar “perdidos” la más recurrente.
Es en ese momento cuando al recurrir al apoyo de un mapa del tren subterráneo, surja irremisiblemente la percepción de que el instrumento que supuestamente nos debería servir de guía, aparece ante nosotros como un documento críptico, velado, opaco. Un código, del cual si no tenemos alguna clase de guía – empezando por el guardia o transeúnte más cercano – difícilmente podemos descifrar. Es ahí cuando la afirmación de Korzybski cobra pleno sentido, devolviendo al mapa del metro a su condición eminentemente de producto abstracto. Si, enfrentados a la angustia de no saber qué “significan” todo ese entrelazamiento de líneas de colores, es que podemos afirmar que el mapa – definitivamente – no es el territorio.
Fig. 1: Diseño de Harry Beck para el metro de Londres (1933)
Esta condición abstracta de los mapas subterráneos quedó puesta en evidencia cuando en 1972 el diseñador Massimo Vignelli (http://www.vignelli.com/ ) realizó un nuevo mapa para el servicio de metro de la ciudad de Nueva York. Vignelli – uno de los diseñadores gráficos más importantes de la segunda mitad del siglo XX – que además ha mantenido con la arquitectura una relación de colaboración constante. Este “groupie de la arquitectura” como se suele llamar a sí mismo, ha participado en el diseño de las publicaciones de arquitectura más relevantes de los últimos años. Trabajos como su diseño para la revista A+U, Architectural Record, Oppositions, Zodiac, o para los libros compilatorios de las conferencias Any y los monográficos dedicados a la obra de Louis Khan y Richard Meier, dan cuenta de esta larga y fructífera colaboración.
Frente al problema de diseñar un mapa con el cual guiarse en el subsuelo de Nueva York, Vignelli enfrentó el problema apoyado sobre los tres principios que constituyen su “canon”: semántica, síntesis y pragmatismo. Y es que para volver eficiente la lectura del mapa, Vignelli se tomó ciertas libertades que no fueron del agrado de los neoyorkinos. Partiendo de la premisa de que en el subsuelo la percepción de las distancias se ven anuladas, Vignelli remplazó la familiar figura rectangular de Central Park por un simple cuadrado. Para un diseñador educado al alero de figuras como Mies van der Rohe – en donde la síntesis y economía de medios constituía un principio seguro sobre el cual trabajar – esto no podía parecer más lógico. Sin embargo tal nivel de abstracción – en que el mapa no guarda ninguna relación con el territorio – motivó las críticas de los usuarios. Molestias que motivaron el reemplazo del mapa de Vignelli en 1979., y la previsible reposición del Central Park a su acostumbrada forma rectangular.
Fig. 2: Diseño de George Salomon para el metro de Nueva York (1958).
Fig. 3: Diseño de Massimo Vignelli para el metro de Nueva York (1972)
Fig. 4: Diseño de Michael Hertz para el metro de Nueva York (2004).
A pesar del aparentemente fracaso de Vignelli, su diseño de elegantes líneas rectas y en 45 grados, recibió el reconocimiento de sus pares, siendo incorporado a la colección permanente de diseño del MOMA. Con el tiempo el trabajo de Vignelli se convirtió en todo un ícono cultural, alcanzando el valor de otros mapas famosos como el de Harry Beck para Londres (1933) o el de George Salomon para New York (1958).
Sin embargo el mapa de Vignelli ha vuelto a las pistas, al menos las digitales. Jay Walder – director del
– le solicitó a su colaboración para la actualización de su diseño de 1972 para ser incorporado a la página web en donde el usuarios pueden consultar sobre los recorridos y las suspensiones en el servicio debidas a los trabajos de mantención de las líneas (http://www.mta.info/weekender/). En esta oportunidad el equipo de Vignelli creó un diseño interactivo el cual es muy fácil de manipular, superando así a los mapas realizados en otros formatos. Basta con hacer click en una de las estaciones, para que se desplieguen toda la información acerca de las combinaciones y próximas suspensiones en el servicio.
No obstante, y a pesar de la belleza del diseño de Vignelli, la paradoja formulada por Korzybski sigue en pie. Por más que queramos, el mapa no es el territorio. VKPK.