Omnipresente: Costanera Center y las formas de la (auto) celebración. Por: Gonzalo Carrasco Purull + Pedro Livni.
Huevos de Oro.
En 1993 el director de cine español Bigas Luna estrenó la película Huevos de Oro, film que relataba la historia de Benito González (Javier Bardem). Un trabajador de la construcción, quien una vez terminado el servicio militar tiene dos sueños: casarse con su novia Rita (Elisa Tovati) y construir la torre más alta de Benidorm. Sin embargo el destino decide otra cosa al enterarse Benito de que Rita lo ha engañado con su mejor amigo. Es ese el momento en que arranca la delirante aventura de un hombre que no escatimará en medios para lograr el único sueño que le queda. Será la construcción del edificio más alto su última meta, un objetivo que marcará su supremacía de macho ibérico, teniendo como telón de fondo el que fue quizás el más importante enclave de la especulación inmobiliaria española de los 90. Y de paso uno de los lugares símbolos de la posterior debacle financiera del 2008: Benidorm.
La torre soñada por Benito – la Torre González – es un canto a sí mismo. Todos los medios empleados para lograr su construcción estarán dirigidos hacia la ratificación de su ego, hacia la afirmación constante de su propia persona. Las mujeres que conocerá en el camino serán solo medios para alcanzar su objetivo. Una meta coronada por la mayor altura alcanzada por la Torre González. Una fiesta al éxito y a lo grande, que tendrá como modelo la cultura norteamericana (“América es la hostia, allí todo funciona”). Si era o no un negocio, de si era posible, de si había o no capital y materiales, todo pasaba a segundo plano.
La torre era la cristalización de una vocación, una vocación por edificar. Bigas Luna da cuenta de esta fuerza motriz detrás de la arquitectura de la torre, cuando el personaje de Bardem afirma que: “yo nací para triunfar, edificar y empalmarme”. Vitalismo sexista que da cuenta de las propias inseguridades y fisuras del personaje de Benito, quien no puede separar la acción de construir una torre con la afirmación obsesiva de su condición de “macho” español. Una obsesión que queda plasmada in extremis en una escena en especial, cuando un solitario Benito se acerca de noche a la obra y luego de besar la base de una de las grúas allí montadas, dice: “Esta si que es la mujer de mi vida”.
Omnipresente.
El día 2 de octubre, el empresario Horst Paulmann concedió una entrevista a la periodista de Emol, Camila Miranda Krauss. Paulmann – presidente y principal accionista del grupo Cencosud – realizó la que es tal vez la respuesta más sincera y honesta que se tenga noticia acerca de los motivos detrás de la construcción de los edificios de altura:
(Periodista): “Costanera Center tiene prácticamente su tamaño final y domina la ciudad.¿Es un símbolo?
(Horst Paulmann): “Es algo tremendo. Estoy sorprendido, felicito a los ingenieros porque realmente quedó sensacional, y a Cesar Pelli (el arquitecto de la torre) hay que ponerle un monumento porque realmente le dio en el clavo. Cuando usted viene subiendo por la Alameda, está al frente; cuando usted sale del túnel, está al frente; viene por Andrés Bello y está al frente…Es lindísima, lindísima, y Paulmann está por todos lados (ríe)”.
Con una inversión de casi US$500 millones, una superficie construida de más de 700.000 m2(sobre un sitio de 47.000 m2) y una altura de 300 metros, Costanera Center es una de las mayores construcciones llevadas a cabo en Latinoamérica. Bajo un diseño de Cesar Pelli, la Gran Torre Costanera ha movilizado grandes cantidades de capital, materiales, tecnología, profesionales y obreros como pocas veces se había visto en Chile. Sobrellevando desafíos estructurales, de resistencia sísmica, problemáticos escenarios viales e incluso un temporal paro en las obras en medio de la crisis del 2008 y las acaloradas discusiones en torno a la ejecución de las obras de mitigación, Costanera Center surge – al menos para su principal promotor – como la señal de un hombre sobre toda una ciudad. Una metrópolis de casi 7 millones de personas medida a través del tamaño de una torre que es a la vez su personificación. Una sublimación de un ego que además – y tal como lo señala su propietario – tiene el carácter de omnisciente: está efectivamente en todas partes.
Por casi 200 años Santiago tuvo como única medida sus montañas. Su escala estaba dada por la tectónica propia de sus cerros – San Cristóbal, Santa Lucia, El Plomo – y la presencia constante de la Cordillera. Este escenario, panorama podríamos decir, tiene una nueva medida, que no es la del capital ni de la especulación unicamente, sino la del sueño de un hombre y su torre. Un sueño que se impone sobre siete millones de sueños. ¿Cuál prevalecerá? VKPK.
exelete post, pero creo que definitivamente ya prevaleció el sueño de esa persona y paso a llevar el sueño de los otros 7 millones de habitantes, es una pena pero lo hecho… hecho esta…
solo queda en nuestra labor como arquitectos intentar cumplir los sueños de el resto mediante nuestros medios y herramientas que se nos han otorgado.