Estrategias termales: Norman Foster y el proyecto para el aeropuerto de Kuwait.


Estrategias termales: Norman Foster y el proyecto para el aeropuerto de Kuwait. Por: Gonzalo Carrasco Purull + Pedro Livni.

Resonancias tardo-romanas.

Alois Riegl (1858-1905) enfrentado ante el desafío de estudiar el arte romano, tuvo que tomar una decisión nada sencilla. ¿Cuándo el arte romano alcanzó su mayor plenitud, aquel momento de más alto desarrollo que arrojara pistas sobre lo mejor de sus cualidades plásticas? Mientras que otros investigadores se zambullían en la producción de los años de la pax augusta o en aquellos que coincidieron con la mayor expansión del Imperio –  como fueron aquellos durante el gobierno de Marco Aurelio, Riegl centró su foco de investigación en las obras construidas en las postrimerías del Imperio Romano. En aquellos años del cuarto siglo, la llamada edad tardo-romana.

Y es que Riegl tuvo la sagacidad y el coraje de estudiar un Imperio en sus postrimerías, en unas décadas crepusculares que a la manera de un canto de cisne, proporcionaron las más altas cumbres de la técnica y arte romanos. En donde el arco, la bóveda y la cúpula – aquellas formas constructivas plenamente latinas – habían alcanzado un desarrollo nunca antes imaginado, ni siquiera en la época Vitruvio. Fueron los edificios públicos los que mejor recibieron estos sistemas constructivos. Unas formas con vocación a cubrir grandes luces, formas llamadas a construir el ámbito de las cada vez más grandes multitudess romanas. Aquellas multitudes que hicieron de las termas su espacio natural. Unos espacios de los cuales bien dio cuenta Piranesi en sus grabados de la Roma Antica, en donde los arcos y bóvedas parcialmente derruidos de las termas de Caracalla emergían en medio de la hiedra y los usurpadores de tumbas. Es así como el arco, la bóveda y la cúpula alcanzaron su mayor esplendor no sólo en los años de la declinación del Imperio, sino que además, aquel alto desarrolló encontró su mayor cristalización en un edificio específico: las termas.

Un edificio que además puede ser considerado como el primer edificio público energético. Como bien es sabido, las termas eran el lugar del control térmico. Y es que en términos de confort térmico el pueblo romano mostró una profunda sofisticación, sólo superable siglos más tarde por el pueblo musulmán. La terma era en esencia un artefacto que podía controlar el frío y el calor. En su interior el pueblo romano podía experimentar todas las sensaciones térmicas: lo frío, lo tibio y lo caliente. Bastaba con desplazarse bajo sus altas bóvedas para encontrar la temperatura deseada. Un control térmico que era posible únicamente por aquellas instalaciones ubicadas en el subsuelo, en donde grupos de esclavos mantenían constantemente en funcionamiento hornos y esclusas. De esta manera en la terma, energía y arquitectura formaban una única entidad indivisible.

Resonancias tardo-modernas.

En su feroz avanzar, la arquitectura moderna devoró muchas cosas, entre las cuales se hallaron las formas plenamente romanas del arco, la bóveda y la cúpula. Si bien arquitecturas como las de Nervi, Khan o Saarinen mantuvieron la fe en las cualidades plásticas y estructurales de estas formas, la norma general pareció ser reemplazarlas por las cualidades abstractas  del techo plano. Un ostracismo al cual fueron relegadas estas formas hasta que la arquitectura postmodernista – o tardo-moderna – volvió a emplearlas, esta vez eso sí, en una suerte de venganza contra la modernidad. En un gesto anti-academicista al puro estilo épater la bourgeoisie. Sin embargo arquitectos como Moneo en Mérida, pudieron devolver al arco su magnitud romana.

Eso al menos hasta que los movimientos neo-avant-garde de los noventa y de comienzos del siglo – tales como el deconstructivismo y el minimalismo – restituyeran a las sombras a estas formas. Ya en pleno siglo XXI parecía que la hora de las formas romanas había terminado. El arco, la bóveda y la cúpula regresaban así a las páginas de los libros de historia.

Sin embargo el Tiempo – O Fortuna – quiso lo contrario.

La primera señal la dio Tadao Ando con su Benetton Factory (1993-2000). Luego vino el edificio para la Tama Art University Library de Toyo Ito (2007). Recientemente tenemos  los proyectos presentados al concurso para la sede del International School-Museum of Flamenco, gran parte de ellas dominadas por estas formas romanas. O los abstractos arcos invertidos de Valerio Olgiati para el Ardia Palace (2008) o el Perm Museum XXI (2008). Sin embargo el empuje definitivo a estas formas lo ha dado Norman Foster + Partners en el proyecto para el Kuwait International Airport.

Estrategias termales.

Emplazado en uno de los lugares más cálidos de la Tierra – con una media de temperatura promedio de 32,5 °C – el proyecto para el Aeropuerto de Kuwait diseñado por Norman Foster + Partners adopta una configuración estrellada, formada por tres alas de casi una milla de longitud. La cubierta se encuentra provista en gran parte de su superficie, con cientos de paneles fotovoltaicos los cuales le aseguran su autonomía energética. Motivo por el cual ha logrado conseguir  la certificación Leed Gold.

La estabilidad de la cubierta está asegurada por una serie de bóvedas de hormigón armado. Es gracias al uso extensivo de este material que el edificio alcanza una masa térmica suficiente como para volver controlables las altas temperaturas propias del desierto.

El empleo de las bóvedas en este proyecto se enmarca dentro de una larga investigación llevada a cabo por Norman Foster+Partners en términos de las formas de obtener grandes luces destinadas a espacios colectivos. Nuevamente la muchedumbre es el foco de estas arquitecturas abovedadas, arquitecturas en que la entidad construcción y energía es indivisible. Una estrategia que al igual que las termas romanas busca dar forma a lo colectivo.

Por otra parte, el aeropuerto de Kuwait se haya emplazado en uno de los países más ricos del Medio Oriente. En que las huellas dejadas por la Primera Guerra del Golfo apenas son un recuerdo, borrados por el tráfago  una sociedad marcada por las grandes transacciones económicas. Sin embargo, tanto Kuwait como muchas de las economías del área se hayan fundadas sobre un modelo productivo que tiene los días contados, como es el caso del petróleo. Mientras todo pareciera indicar que el fin de la era de los combustibles fósiles está en un horizonte más que próximo, es que estos edificios inevitablemente tienen aquel agridulce gusto de lo elegíaco. Tal como las termas – aquellos magníficos espacios abovedados – dieron forma a los últimos días de un Imperio en declinación, las delicadas formas del aeropuerto de Kuwait quizás no sean más que la preconización de tiempos más inciertos. Un futuro que de no mediar cambios estructurales – más allá de las exiguas mitigaciones que pueda significar un certificado Leed – volvería a mucha de estas arquitecturas el canto de cisne de toda una época marcada por el despilfarro.

Hay algo eso si que uno podría sospechar. Alois Riegl de tener la posibilidad, seguramente volvería su mirada a aquellos – tal vez los últimos – espacios abovedados de nuestras contemporáneas termas romanas. VKPK. 

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Un pensamiento en “Estrategias termales: Norman Foster y el proyecto para el aeropuerto de Kuwait.

  1. ME INTERESO EL ARTICULO, PERO COMO LE COMENTABA A PEDRO, LA LETRA ME RESULTA A MI PERSONALMENTE MUY DIFICIL DE LEER, UN SALUDO, GRACIAS POR EL ESMERO Y LA DEDICACION EN LA BUSQUEDA DE LOS TEMAS DE INFORMACION,
    CARLOS

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