Post-Americana : Detroit y las postales para una Arcadia Redux. Por Pedro Livni + Gonzalo Carrasco Purull.
Reloj derretido.
La última serie de fotografías, The Ruins Of Detroit 2010 – del colectivo francés integrado por Yves Marchand & Romain Meffre – llama doblemente la atención. Por un lado, la mirada estética de gran belleza capturada en cada una de las fotografías, que registran el silencio abrumador del actual estado de abandono y de ruina que ha invadido y continúa fagocitando la ciudad de Detroit. Fotografías logradas mediante la larga exposición y una cuidada iluminación, en las que el predominio de las tonalidades grises, azules, ocres y marrones, se vuelve una constante. Fotografías, que a su vez, logran capturar la silenciosa atmósfera de un tiempo brutalmente detenido, el de la actual y desoladora situación de abandono de Detroit. Un tiempo detenido, capturado magníficamente en Melted Clock, que nos transporta a una dimensión surreal del abandono, tendiendo un puente con las imágenes nostálgicas de la etapa metafísica de De Chirico y con los relojes detenidos de Dali, entre otras muchas.
Por el otro, la constatación del real estado de abandono de una ciudad, perteneciente al llamado primer mundo, que una vez fuera la cuna de la poderosa industria automovilística, llegando a convertirse en la cuarta ciudad más grande de los Estados Unidos. Sumergida desde hace décadas en una profunda crisis, consecuencia de los efectos producidos por el fenómeno de des-localización de los sistemas de producción industrial, un hecho tempranamente advertido por Alvin Toffler.
Como los propios autores refieren, lo que más inquieta de las fotografías no es el estado ruinoso de los edificios, sino el encontrarse ante un paisaje en el que el estado de abandono parece haberse producido en una rápida huida. Bibliotecas repletas de libros en sus anaqueles, habitaciones aun amuebladas, placares con prendas de ropa suspendidas silenciosamente en sus perchas. Un paisaje más próximo al imaginario de la diáspora producida por la inminencia de una catástrofe, que al resultado de un continuo proceso de abandono producido por una prolongada crisis económica.
La fuga de Henry Ford.
Dentro de las fotografías realizadas por los artistas Marchand & Meffre, destaca una que registra la William Livingstone House en Brush Park. Una casa construida en estilo del renacimiento francés y que se encuentra en un estado avanzado de deterioro. La fotografía fue obtenida a sólo días de que la casa terminara por demolerse. Su arquitecto fue, nada más ni nada menos que Albert Kahn, el arquitecto de Henry Ford.
Y es que la historia de la ciudad de Detroit está inseparablemente ligada a la del empresario automotriz. A esta industria Detroit le debe no sólo su auge durante la primera mitad del siglo XX, sino que también su declive, cuando a raíz de el alza de los precios mundiales de petróleo y el ingreso masivo de las empresas automotrices japonesas al mercado americano en la década de los setenta y ochenta, produjeron el cierre y abandono de los principales fabricantes de automóviles.
Pero en 1913 el escenario era muy diferente cuando Henry Ford creaba la primera gran cadena de montaje de automóviles, dando empleo a 90.000 trabajadores. Fue en Detroit donde se gestó el que sería uno de los modelos de automóviles más famosos del siglo: el Ford T – más conocido por sus apodos de Lizzie o Flivver – y que tan bien registraría John Steinbeck en su obra “Las Uvas de la Ira”.
Pero esto no sólo fue mérito de la Ford. También fue importante una empresa como la General Motors, la cual llegó a convertirse en la más grande empleadora privada del mundo, sólo superada por la Unión Soviética.
Junto al auge económico nacido de la industria automotriz, apareció el ímpetu inmobiliario y los rascacielos. Edificios emblemáticos de esa época dorada fueron la estación Central de Michigan, el Banco Nacional de Detroit y el teatro UnitedArtists, todos ahora en un estado de completo abandono.
Mientras que a mediados de siglo la ciudad – que llegó a ser la cuarta más grande de los Estados Unidos – alcanzó una población de más de dos millones de habitantes, hoy no alcanza al millón.
Es así como la huida de las empresas automotrices, hicieron detonar muchas de las tensiones no resueltas en una ciudad racialmente heterogénea. La ciudad había recibido una fuerte migración de población afroamericana – los cuales huyendo de las leyes Jim Crow – arribaron a la ciudad en busca de mejores expectativas. Sin embargo, si bien la ciudad los recibió como mano de obra, mantuvo un organización social excluyente y de primacía blanca.
1967: del whiteflight al MFIC.
Estas tensiones se volvieron insostenibles, hasta el punto que en 1967 el presidente Lyndon Johnson se vio en la necesidad de movilizar desde Vietnam a la 82 División Aerotransportada del Ejército, con el fin de aplacar los violentos disturbios raciales que mantenían a la ciudad en un estado de guerra. Unos disturbios que dejaron como resultado 43 muertos, 7.000 detenidos, además de un gran número de casas y comercio saqueado e incendiado. Estos hechos produjeron el llamado whiteflight, que consistió en la migración masiva de población blanca hacia los suburbios, dejando el centro ocupado por una población afroamericana empobrecida.
Hacia el año de 1973, Detroit elegía el que sería su primer alcalde afroamericano: Coleman Young. Quien dedicó sus últimos 20 años de actividad pública a desplegar una serie de políticas de la venganza, que el mismo expresaba al llamarse a así mismo como MFIC ( mother fucker in charge, el hijo de puta a cargo).
Hecho en Japón.
La llegada a los mercados occidentales de los automóviles japoneses, significó para Detroit su caída definitiva. Fueron años en que el célebre Rust Belt – cinturón industrial dentro de las cuales figuraban Buffalo, Gary, Flint y Pittsburg – comenzaba a desplomarse. El famoso The 3 Big – denominación que hacia referencia a las industrias de la Ford, Chrysler y General Motor – y que otrora llegaron a fabricar cuatro de cada cinco automóviles que se producían en el mundo, desaparecía.
Hoy en Detroit siete de cada diez asesinatos queda sin resolver, mientras que casi la mitad de los niños están bajo el nivel de la pobreza. El desempleo alcanza al 28%. La mitad de las escuelas han sido cerradas, así como gran parte de los almacenes y supermercados, generando un estado de desabastecimiento generalizado por el cual se ha ganado el nombre de desierto de comida.
Robocop, directivas primarias.
En febrero pasado, John Leonard un vecino de la ciudad de Detroit, creó una página en Facebook llamada Construyamos una estatua de Robocop en Detroit. Iniciativa que buscaba –al igual que el monumento al personaje de Rocky levantado en la ciudad de Filadelfia – levantar nuevamente el orgullo de los ciudadanos, promoviendo el resurgimiento de Detroit (http://detroitneedsrobocop.com/).
La llamada no se dejó de esperar y en tan sólo seis días se habían recaudado 50.000 dólares, para financiar el monumento. Iniciativa que ha recibido el apoyo inclusive de Peter Weller, actor quien protagonizara al ciber-policía.
Paul Verhoeven en 1987 estrenaba la película de ciencia ficción Robocop, en donde reproducía una Detroit arrasada por el crimen, la cesantía y el abandono. Una distopía, en donde la ciudad estaba a merced de la corporación OCP (Omni Consumer Products). La cual buscaba destruir el casco antiguo de la ciudad para construir en su reemplazo un mega-proyecto inmobiliario, llamada “Delta City”.
Hoy por hoy, realidad y ficción parecen superponerse en una ciudad que es tal vez el último testigo de una época dominada por el modelo fordista de crecimiento. Una ciudad que da cuenta del último estado de un capitalismo aún ligado a un territorio. Un capitalismo proveniente de un mundo en donde todo tenía la consistencia del hierro, el hormigón y el acero.
Post-Americana: Arcadia Redux.
Rebeca Solnit en un artículo publicado el 2007 por la Harper´s Magazine (http://harpers.org/archive/2007/07/0081594), se refería a la decadencia de la ciudad de Detroit con el término “post-America”. Para Solnit, en América no ha habido una transformación como la sufrida por la ciudad de Detroit, desde la desaparición de la civilización Maya. Un comportamiento que si bien tiene aspectos únicos – una combinación de lo peor del racismo, junto al derrumbe de un sector industrial mono-productor – puede considerarse como un avance de lo que podría ser el destino de muchas de las ciudades del planeta. Un escenario caracterizado por la des-industrialización, des-poblamiento y el agotamiento de los recursos. Un escenario en el cual – y tal como una arcadia redux – funciona a partir del desmantelamiento de todo aquello que ha contribuido a dar forma a lo urbano. Devolviendo así a las ciudades a un grado cero, un estado dominado por el deterioro y el abandono. Un escenario en el cual – y a diferencia de otras ciudades destruidas por catástrofes naturales – no hay posibilidad para la reconstrucción. VKPK.